En solo una semana, entre el 26 de junio y el pasado 2 de julio, tres periodistas fueron asesinados en Méjico. Filadelfo Sánchez Sarmiento, en Oxaca; Juan Mendoza Delgado, en Veracruz, y Gerardo Nieto Álvarez, en Guanajuato, murieron a manos del crimen organizado en una macabra sucesión de asesinatos que convirtieron al país hispanoamericano en el más mortífero del continente para el gremio periodístico en 2014. México ocupa el lugar 148, entre 180 países, en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras publicada en febrero de 2015. Son 102 asesinatos desde el año 2000, según el gobierno del propio país, a pesar, de haber creado instituciones especiales para la protección de la libertad de prensa y los periodistas como la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión. Más allá de estas terribles cifras, además, México ocupa la séptima posición en el Índice de Impunidad elaborado por el Comité para la Protección de los Periodistas.
En el último capítulo de ‘Se Ha Redactado un Crimen’, Abel González nos explica las razones por las que en algunos países como Méjico los periodistas son objetivo prioritario para el crimen organizado y qué persiguen los criminales con sus acciones contra los profesionales de la información.
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